Corren las colinas y en la loma verde y alegre huérfano un árbol sonroja y musa triste a las puertas del invierno como en víspera enfermo del tiempo La niebla siempre virgen reposa sobre sus copos la carretera en largometraje de corte infinita y llana; la luz esquiva, juega sobre el riachuelo y murmura, blanca y pura junto a mi anhelo Y te veo allí con tus ojos avellanos en la pureza del río claroscuro en la tormenta de sus caudales cuando llega al remanso y cae humilde la tarde cuando el murmullo de la corriente entre las piedras entona en sencillo canto el eco de las colinas de la llanura casta palpitando suavemente en mi pecho tu nombre y tu vestigio. Venme así tus ojos y tu mirada trae como octubre las grullas remando el caudal invisible devuelven mi inocencia socavada en otro valle y tú abrazo puro y blanco hace mella lo más sublime de ser amado y una oración simple: —Y fue precisamente porque no fue exigido, que fue tan libremente dado. C. Alberto